Vecinos del Casco Viejo de Pamplona se rebelan: “No queremos Sanfermines todo el año”

Ander Goyoaga 10/02/2023

La zona antigua de la ciudad acoge el 80% de los eventos que se celebran, aunque allí reside solo el 5% de la población

La cuenta atrás del contador para San Fermín de la tienda Beste Musu, en la calle Estafeta, indica que restan 146 días para el inicio festivo, aunque algunos vecinos del Casco Viejo de Pamplona tienen la sensación de vivir todo el año en un bucle sanferminero. Denuncian que el periodo posterior a la pandemia ha agravado una tendencia que venía de atrás y que el auge de la hostelería y del ocio nocturno en el barrio está haciendo imposible su vida cotidiana. Se trata de una dinámica común a otros cascos históricos que en el caso de la capital navarra está resultando particularmente expresiva.

En Pamplona, no en vano, el centro de la ciudad coincide básicamente con el conjunto del Casco Antiguo y algunas calles del Segundo Ensanche. Ahí se produce una concentración total del comercio, la hostelería y los eventos culturales, lúdicos y festivos, una situación que entraña problemas evidentes para quienes allí residen.

La iniciativas San Fermín 365

La gota que ha colmado el vaso para vecinos y algunos colectivos del barrio ha sido el planteamiento institucional de desarrollar una programación cultural y festiva, vinculada a los Sanfermines, durante todo el año, a fin de utilizar este reclamo como elemento tractor y dinamizador. Un buen ejemplo de este planteamiento fue la celebración, con el impulso institucional a través de la organización de conciertos y bailes, del segundo peldaño de la escalerica de Sanfermines el pasado 2 de febrero.

La iniciativa en sí se ha definido como un proyecto para impulsar la sostenibilidad turística y, bajo el nombre Pamplona SF 365, ha recibido fondos europeos. Algunos vecinos, no obstante, lo ven como el ejemplo paradigmático de la dinámica que está sacando del barrio a muchas familias.

“La fiesta, que antes se daba los fines de semana, ahora comienza los jueves, con la celebración de los juevintxos, y no cesa hasta el domingo. Además, si antes la fiesta llegaba también a barrios como Iturrama o San Juan, ahora vemos que la concentración es prácticamente total en nuestro barrio. Nos falta que el Casco Viejo sea el epicentro de una iniciativa que busca reivindicar los Sanfermines durante todo el año”, señala Iñigo Virto, de 47 años y residente en el Casco Antiguo desde hace dos décadas.
Éxodo de familias jóvenes

Virto forma parte de la asociación Convivir en lo Viejo, una de las agrupaciones que quiere poner coto al desenfreno en la parte antigua de la ciudad. A este colectivo se suma AZ Sare Komunitarioa, que agrupa a diversas personas y agrupaciones del barrio, y que ha denunciado que esta zona acoge el 80% de los actos programados en la ciudad, pese a contar con el 5% de población. También denuncian que las familias jóvenes abandonan el barrio por la saturación hostelera y de actos, el incremento de los alquileres por el auge de los pisos turísticos, el efecto de los ruidos y, finalmente, la falta de espacios para las familias. En la última década, según los datos oficiales, el barrio ha perdido una tercera parte de sus niños.

“Durante la pandemia nos dimos cuenta de hasta qué punto las actividades vinculadas con la hostelerái y el ocio nocturno, que en realidad se extienden más allá de la noche, necesitaban invadir el espacio público para ser rentables y de cómo estaban condicionando la vida del barrio, no solo de los vecinos, sino que también del resto de comerciantes. Ya no se trata solo de locales de hostelería, sino también de establecimientos de venta de alcohol que son un reclamo para muchos jóvenes. El efecto es que las familias optan por trasladarse a barrios de la periferia y muchos comercios cierran, por este y por otros motivos. La fiesta está anulando todo lo demás”, señala Virto.

La versión del Ayuntamiento

Fuentes municipales indican que no es sencillo el equilibrio entre las demandas de hosteleros y comerciantes, que requieren actividades dinamizadoras, y el día a día de los vecinos. Señalan, además, que todos los agentes culturales y sociales quieren celebrar sus actos en el Casco Viejo, lo que entraña dificultades.

Desde el Consistorio municipal indican también que el Casco Viejo está calificado como zona saturada, de manera que no se otorgan nuevas licencias hosteleras, y subrayan que existe un control del cierre de los bares, así como de los ruidos. También ponen de relieve que el juevintxo, al tiempo que ha generado un problema para los vecinos al extender el fin de semana a tres días, ha permitido a los hosteleros sacar sus negocios adelante tras una coyuntura muy complicada.

Una parte de los vecinos, sin embargo, rechaza la posición del Ayuntamiento, a quien hacen responsable de haber alimentado un modelo que está complicando su día a día. Señalan que muchas terrazas que llegaron con la pandemia se han instalado en el espacio público, denuncian que existe picaresca con las licencias y subrayan que no se cumplen los límites horarios ni los destinados a poner coto a los ruidos.

Las posturas parecer difíciles de reconciliar. El Ayuntamiento no plantea ninguna intervención en el corto plazo, mientras que los vecinos críticos con la actual situación demandan una diversificación de los espacios relacionados con el ocio nocturno y, en general, la hostelería. “No queremos vivir en unos Sanfermines 365 días al año, y no queremos que se nos expulse del barrio. No se puede equiparar el derecho de una persona a descansar, a vivir, con el de otra persona a hacer negocio. El derecho a prosperar económicamente está limitado por los derechos de los demás”, concluye Virto.

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