Turisteo

Reyes Ilintxeta – Jueves, 27 de Abril de 2017

En Donosti, una ciudad de unos 186.000 habitantes, 10.000 menos que Pamplona, los turistas durmieron el año pasado 1.894.000 noches, esto es, diez pernoctaciones por habitante, sin tener en cuenta los alojados bajo manga. El turismo oficial aumentó en el 2016 un 8,4% y sigue en alza. Según un reciente estudio del laboratorio Hirikilabs, sólo en la plataforma Airbnb en esta ciudad se ofrecen 4.553 plazas para el turisteo, casi cuatro veces más que en Bilbao, y no precisamente de familias que buscan altruistamente el intercambio de casas. Hace poco, además, se anunció que se van a abrir próximamente otros 20 hoteles nuevos que aportarán unas 1.200 camas más. Potentes fondos internacionales de inversión se han lanzado a la compra de pisos en la capital gipuzkoana como está ocurriendo en Venecia o en Barcelona. Y suma y sigue. Es un más que evidente caso de gentrificación.

Por eso cuando alguien escribió hace poco en un periódico que sentarse en un banco de la Concha un domingo soleado a ver pasar gente, y tratar de adivinar de dónde eran, era un entretenimiento divertido, muchos vecinos y vecinas se sintieron más que ofendidos. El turismo en masa lo invade todo. Las pescaderías y las carnicerías de siempre se están esfumando. Y las droguerías y mercerías ni te cuento. Las marcas se codean con los souvenirs. La fruta se vende por piezas a precio de caviar y prolifera la comida basura que convive con el sushi y los modernos pintxos a precio exclusivos.

En Pamplona esto nos pasa sólo una semana al año, afortunadamente, pero aún así hay que pensar seriamente si compensa convertir nuestros cascos históricos en parques temáticos sólo por la pasta.

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