Ronda nocturna

Maite Pérez Larumbe – Martes, 8 de Septiembre de 2015

Nuestra amiga R es una mujer mesurada que calibra y modula antes de hablar. En positivo, eso significa que evita hacer comentarios gruesos y poco afinados como: “Eso es una chorrada” o “Fulano es imbécil” y en ambos casos opta por la circunspección: “No sé si estoy de acuerdo” o “Me parece inadecuado lo que ha hecho Fulano”. Hasta ahí, ejemplar. Más de una vez le hemos preguntado si nunca se cabrea o pierde la compostura y la respuesta es: “Me cuesta”. Aunque queremos bastante a R, resulta irritante. Su ponderación nos hace sentir siempre algo irracionales, escasamente civilizados.

Hay que decir que R vive en el Casco Viejo y que el pasado fin de semana, después de cenar, enfilamos hacia su casa para echar la espuela sorteando cuadrillas. Muchas muy correctas, unas más ruidosas que otras y algunas cuantas francamente puercas en el tratamiento del espacio público, a las que sumaremos los tres chicos que vimos cara a la reja de un establecimiento en inequívoca, festiva y amistosa actitud mingitoria.

“Lo que hay que hacer…” o “Si yo fuera el alcalde…” Completen ustedes las frases en tono irritado y de ahí para arriba decíamos los ajenos al barrio. R, en su línea, comentó que la cuestión era compleja y multifactorial y varias cosas más, seguramente ciertas, pero bueno, ya me entienden, que nos íbamos calentando y su ecuanimidad no ayudaba. Más vale que a dos metros de su portal, R pisó una papilla sorpresiva, perdió el equilibrio y a poco estuvo de caer. No hay calzado preparado para la experiencia ni instancia que recoja lo que salió de su boca. Qué quieren que les diga, dentro de lo malo, fue un alivio.

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