La ciudad contra sus habitantes

José Nicolás 20 de mayo de 2022

Fuentes sin agua, plazas sin sombra para protegerse del sol, aceras minúsculas en las que no cabe el carrito de la compra o que han sido ocupadas por motos, patinetes, bicicletas de alquiler, contenedores de basura o por las mesas y sillas de bares y restaurantes, contaminación acústica… Estas son algunas de las agresiones que sufren los habitantes de las ciudades día a día. Para salvar estos problemas basta con sentarse —y consumir, claro— en una terraza para tener una sombrilla que te tape el sol, agua del grifo y, si hay suerte, incluso un difusor que refresque el ambiente cuando las temperaturas están en lo más duro de la jornada.

A los gestores públicos que esto ocurra les da igual y, de hecho, lo promueven. Solo hay que pasear y observar las aceras, o basta con entrar en Twitter y ver las quejas de los vecinos de los barrios afectados, que ni pueden aparcar en las zonas de estacionamiento regulado debido a las “terrazas covid” ni dormir por el ruido de estas. Solo de Madrid hay varias cuentas de dicha red dedicadas a enviar protestas al Ayuntamiento. Dos de ellas son: @sos_centro y @chamberi_vecino, esta última dedicada en gran parte a las quejas sobre la calle de Ponzano, que ha multiplicado sus bares y terrazas en los últimos años.

La pasada semana, la cuenta de la Guardia Civil en Twitter escribió: “Peatón, ese caminito rojo tan molón por el que andas tan tranquilo, es para los #ciclistas. Evita sustos y usa las aceras”. El mensaje iba acompañado por la imagen de una acera en la que varias personas paseaban por el carril bici mientras la zona dedicada a los peatones estaba totalmente ocupada por una terraza —vacía, por cierto—. El mensaje no dejó indiferentes a los tuiteros, que recordaron que es un tuit recurrente, pues ya se publicó en febrero de 2017 y en mayo de 2019, y agradecieron ese interés por mostrar los problemas de las ciudades. “Estos caminitos señalados en rojo, son insuficientes para el paso de peatones”, escribió @Mcam741. “Gracias a la Guardia Civil por enseñar tan clarito en este tuit uno de los problemas de nuestras ciudades: los peatones tenemos que invadir los carriles bici o las calzadas porque las terrazas de los bares ocupan todo nuestro espacio. Queremos evitar sustos, pero no cabemos”, comentó la periodista Guadalupe Bécares.

Fernando de Córdoba (@gamusino) escribió un hilo al respecto hace unos días: “Cuando sea alcalde mi primera medida va a ser que las aceras serán solo para peatones. Es que hasta los buzones de correos tendrán que instalarse en la banda de aparcamiento”. “Y en la acera, sitio para pasear, pararse a ver escaparates, bancos. Que hay gente que si no tiene bancos no se plantea salir a la calle porque necesitan pararse a descansar. Y eso es un servicio público”, añadía al final del hilo.

Los bancos, ay, los bancos. En la ciudad de Madrid han ido desapareciendo con el paso de los años las zonas en las que descansar mientras das un paseo y, seguramente, si las hay, estarán a pleno sol o tan pegadas a la terraza de un bar que no se podrán utilizar. Recientemente, el Ayuntamiento ha reformado algunas calles de la almendra central. Los adoquines y el mármol del suelo de las calles de Montera y Arenal han sido sustituidos por un agradable asfalto. En este momento hay obras de reforma en la Puerta del Sol: ¿Fuentes? Solo una. ¿Árboles? Eso, en el Retiro. ¿Sombra? Ni hablar. ¿Bancos? Los justos. Madrid, el terror del ciudadano, y del turista también.

Pero todo da igual. Parece que las ciudades no son para los peatones, sino para los coches. El futuro debería pasar por las ciudades de 15 minutos —como sucedió con Pontevedra hace más de 20 años, o con París— y las medidas que reducen el tráfico rodado en el centro urbano, convertido así en un lugar cómodo y agradable para los peatones. Si queremos ciudades poco contaminadas y pensadas para las personas, de poco sirve que el paseo del Prado de Madrid, con sus 10 carriles, sus pequeñas aceras y su zona ajardinada entre miles de coches, entrara hace unos meses en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, por ejemplo. Quizá, solo quizá, además de la acción drástica de los ayuntamientos, también sea necesario un poco de civismo por parte de la ciudadanía para reducir el ruido, y responsabilidad por parte de los locales. Aunque sea mucho pedir.

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