Recetas para frenar la turismofobia

Silvia Fernández 25 de junio de 2017

En 15 años el número de turistas ha crecido en 23,6 millones. La mayoría concentra su visita en el casco histórico de las grandes ciudades donde proliferan los pisos de alquiler ilegales bajo malestar vecinal.

TURISMOFOBIA. Dícese de la aversión que se siente hacia la actividad de viajar por placer. Si el diccionario de la Real Academia de la Lengua recogiese este vocablo, que se está haciendo tan popular, ése sería su contradictorio significado. Y remitiría, además, a los neologismos gentrificación y turistificación -desplazamiento de población por otra de mayor nivel adquisitivo, e impacto de la masificación turística en el tejido comercial y social- como dos fenómenos que se suman a un mal que está hiriendo a la principal industria española.

España es el segundo país del mundo por ingresos del sector, según datos del Barómetro del Turismo Mundial de abril recogidos por el Ministerio de Turismo. Pero este éxito también podría ser el verdugo de la actividad que ha sido motor del crecimiento durante la crisis, generador del 11,1% del PIB en 2016 y empleador de 2,49 millones de personas, el 13% del total de los puestos de trabajo en 2015, conforme a datos del INE de diciembre de 2016.

La llegada masiva de turistas a las ciudades españolas es a simple vista un éxito. Pero el reciente crecimiento exponencial de los fenómenos que la rodean no hace más que ahondar en la ya consagrada demanda del sector de calidad en lugar de cantidad.

En 2002, ya con el fenómeno de las líneas aéreas low cost en escena, España recibió 51,7 millones de visitantes. Quince años después el récord se ha fijado, de momento, en 75,3 millones. Pero, como es obvio, no todas las llegadas aportan iguales beneficios ni se reparten de forma proporcional por la orografía española. Una de las primeras ciudades en suscitar un interés masivo fue Barcelona. En 1990 recibía 1,7 millones de turistas; en 2015 más de 8,3, En los últimos seis años la demanda turística por la capital catalana se ha disparado un 17%, lo que casi ha duplicado su oferta de plazas de alojamiento, de 70.000 en 2010 a 123.000 actuales. Y sólo se trata de las regladas.

Un esquema similar se repite, cada vez más, en otras ciudades españolas, donde hoy calles repletas de extranjeros y descontrolada oferta irregular de alojamiento son el claro exponente del binomio amor odio sobre el que se puede anclar la turismofobia.

La proliferación de viviendas de uso turístico no regladas, que, según cálculos de la patronal Exceltur se han incrementado un 1.633% desde 2012, es para las diferentes partes implicadas -vecinos, gobiernos y sector turístico- el principal origen y aglutinador del problema.

Para la Ciudad Condal hay en torno a 6.000 alojamientos irregulares publicados en las plataformas P2P y «en 2016 hemos sacado del mercado ilegal 1.000 requiriendoles que no los ofrecieran en sus web; 12 se han avenido, aunque no Airbnb», señala el concejal de Turismo del Ayuntamiento,Agustí Colom. En otro de los focos importantes de masificación, Baleares, el Govern tiene constancia de 66.000 plazas no reguladas de alquiler sólo en Mallorca. Y en la capital, según el informe Análisis del impacto de las viviendas de uso turístico en el distrito centro, elaborado por el Ayuntamiento de Madrid, ya en 2015 se ofertaban 40.319 plazas en pisos de uso turístico en los distritos históricos. Eso supone que en el 93% de edificios que tienen alguna vivienda turística hay entre una y cuatro, mientras «un 40% de las registradas» se produce de forma aislada (una vivienda).«13 edificios en la ciudad tienen más de 10 viviendas registradas» y según las asociaciones vecinales, el Ayuntamiento constata unas 9.000 viviendas en el centro de las que el 82% no estarían registradas.

Convivencia

Pintadas y carteles en balcones contra los turistas: el panorama que se vive en algunos barrios de Barcelona es tenso hace tiempo. Pero Colom afirma que la tónica general, «para el 86% de los vecinos, es que el turismo es positivo aunque se está llegando al límite».

Madrid está amaneciendo a esta realidad. «No estamos en una situación de alarma pero sí detectando los primeros síntomas», afirma Miguel Sanz, director de Turismo de Madrid Destino. Coincide con el director de Turismo de la Comunidad de Madrid, Carlos Chaguaceda, en que hay un incremento de turistas pero más nacionales, de Latinoamérica, Estados Unidos y Japón, que suelen estar desvinculados de los fenómenos que causan el conflicto. «En Madrid no hay turismofobia como tal», afirma Chaguaceda, «lo que no quiere decir que no haya que ordenar una situación compleja que ha venido para quedarse».

No obstante, los barrios de la almendra central -afectados por la mayor afluencia de turistas- se están poniendo en pie de guerra. Piensan en manifestaciones, aunque en tono simpático, «para hacer llegar a los visitantes que los pisos que ocupan son ilegales», cuenta Víctor Rey, de la asociación vecinal del barrio de las Letras y Sol, en pleno centro de Madrid.

«No estamos en contra de los turistas sino de montar un barrio temático para ellos», expone Javier Ruiz, de la asociación La Corrala del barrio madrileño de Lavapiés. Y de «cómo se está gestionando», añade Rey. La masificación a veces es caldo de cultivo para que profesiones como la de guía turístico se ejerzan sin licencia. «No hay una regulación que encauce el turismo y evite conflictos vecinales».

En muchos casos, de la noche a la mañana se ha producido una turistificación de viviendas que antes eran de uso residencial y los vecinos viven como un elemento discordante el trajín de turistas. Por las calles por donde los vecinos paseaban tranquilos «circulan ahora grupos de personas montadas en segways», destaca Rey.

Estas asociaciones ven la huida de vecinos de los núcleos históricos como una despoblación evitable y destacan que «el coste de mantener los servicios públicos, como la recogida de basuras, es más alto en sus zonas. Y, además, en ocasiones recursos naturales como el agua en las islas, o la sanidad se convierten también en puntos de fricción por el exceso de población flotante. «El año pasado tuvimos que hacer una campaña de ahorro de agua», explica el conseller de Turismo de Baleares, Gabriel Barceló. Así que reinvierten lo recaudado con la tasa turística -que este año serán 66 millones, estima Barceló- en mejorar los sistemas de desalación. Pero «de lo que más se quejan los baleares es de la saturación en playas y carreteras», explica el Barceló, por lo que obligan a los rent a car a mantenerse dados de alta y comunicar sus flotas de vehículos.

Inversión

La especulación traida por la demanda turística cambia a veces el perfil del barrio. Particulares multipropietarios, fondos de inversión que compran pisos grandes y los trocean para alquilarlos, o herederos que ven que arrendar su casa para uso turístico es más rentable que un alquiler largo están contribuyendo a la mutación de viviendas residenciales en turísticas, convertidas en muchos casos de forma ilegal a un uso comercial.

Esta reconversión reduce el stock de alquileres no turísticos, como ha ocurrido en Baleares, donde los trabajadores eventuales tienen problemas para encontrar casa. Y también expulsa a estudiantes que se alojan durante periodos más largos. E incrementa los precios de los alquileres, a los que en caso de arriendo para vivienda habitual sólo puede acceder población de mayor poder adquisitivo que el vecindario tradicional, desigulándose así las condiciones de vida y dando lugar a la llamada gentrificación.

En Madrid el Ayuntamiento detectaba en su análisis un auge de la inversión en inmuebles para uso hotelero, representando la ciudad el 20% de dichas inversiones. Y un reciente estudio de la consultora Colliers International sobre el clima de inversión en 20 ciudades europeas la coloca entre las cinco más atractivas, con París, Londres, Barcelona y Ámsterdam por delante.

Comercio

El comercio tradicional se extingue en los barrios céntricos de las grandes ciudades. No siempre es culpa de la masificación y las viviendas de uso turístico, pues «en parte responde a un cambio de hábitos», señala Sanz. El vicepresidente de la Confederación Española de Comercio (CEC), Pedro Campo, reconoce una «desertización del flujo de consumo fijo».

Pero el turismo está empujando a los negocios de siempre a irse por el elevado precio de los alquileres que «han pasado de 900 euros mensuales a 1.700», dice Rey. «En el barrio no queda ninguna pescadería ni carnicería ni mercería y hay un nuevo modelo de establecimiento que responde a las necesidades de los turistas». «Esto tiene que ver con el precio de los alquileres», que el turismo contribuye a incrementar, afirma el vicepresidente de CEC. «Una regulación que estableciese un número de máximo de pisos turísticos contribuiría a recuperar el comercio de los centros históricos».

Con los cierres «las franquicias se están llevando una parte importante de la tarta en la facturación», señala Campo. Pero «son negocios que tienen mucha movilidad», por lo que los contratos de alquiler de locales suelen ser de corta duración, «y si a la enseña no le salen las cuentas los cierra y se traslada a otro barrio». Además, «proliferan los bares y similares muy enfocados al turismo», destaca el representante de Lavapiés.

Competencias y acciones

Combatir la masificación turística pasa por deslocalizar el turismo de los centros hacia otros focos interesantes o nuevos productos turísticos que lo diversifiquen y hagan más sostenible. Y en lugares con tasa turística reinvertirla en mejorar los espacios y transporte público.

Pero todos los implicados coinciden en que la transformación de vivienda residencial en turística es el gran problema, pues incumple el plan general de ordenación urbana y comete fraude de ley al desarrollar una actividad económica.

La Ley de Arrendamientos de 4 de junio de 2013 traslada la responsabilidad de su regulación a las Comunidades Autónomas, que han comenzado a hacerlo mediante decretos autonómicos específicos o, como en el caso balear, a través del desarrollo de la legislación de ordenación turística. Por ejemplo, Madrid presentará en las próximas semanas «un decreto con una regulación más restrictiva (edificios con una sola vivienda residencial podrían ser considerados de apartamentos turísticos) y dará mayor capacidad de actuación a la inspección», adelanta Chaguaceda.

Alterada su rutina con el devenir de maletas y llamadas al timbre equivocadas las asociaciones vecinales españolas piden tener parte en la regulación. El gobierno balear ha entendido que es necesario y no sólo no da una licencia sin la baja de otra sino que ha regulado que las viviendas plurifamiliares deban contar con autorización de la comunidad de vecinos. De modo similar a Barcelona, ha cambiado los requisitos para abrir nuevos alojamientos en función de las zonas.

Los pisos ilegales no fomentan el empleo y «no hay una recepción ni seguridad», se quejan los vecinos. Ni ofrecen el valor añadido que dan los establecimientos hoteleros, por lo que Barcelona pide a la Generalitat «que los regule mejor en materia de seguridad, higiene y prestaciones para que la ciudad ofrezca calidad turística», dice Colom.

Pero «los pisos turísticos están en zona residencial y por ello no es fácil exigirles licencia», aclara Chaguaceda. «Todo el sector pide que se considere negocio a esta mal llamada economía colaborativa, y eso escapa del ámbito de las CCAA. Hace falta una normativa nacional para introducir a las plataformas en el sistema», demanda. De hecho, la patronal Exceltur considera que el ministerio tiene posibilidad de «actuar sobre las P2P que ofertan estas viviendas a través de la secretaría de Agenda Digital», explica su vicepresidente José Luis Zoreda. Las actuaciones pasan por identificar las viviendas ilegales que publicitan, impulsar multas y parar su actividad.

La ‘marabunta’ de los cruceros

Palma de Mallorca, Málaga, Valencia,… las ciudades de costa suman al fenómeno del turismo urbano masivo la recepción de cruceros. En Palma, una de las más afectadas, el gobierno colabora con las autoridades portuarias para escalonarlos, ya que «tres o cuatro al tiempo son asumibles, pero hemos tenido hasta ocho y entonces se vive una verdadera saturación», cuenta el conseller de Turismo de Baleares. Además, mediante autobuses se desembarca a los turistas repartidos por distintos puntos de la ciudad. La repercusión económica de los cruceristas en las ciudades tampoco es excesiva.«Salvo para la hostelería, su consumo no tiene la suficiente importancia», afirma el vicepresidente de CEC, Pedro Campo.

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