“Pamplona es un espacio gentrificable por el gran atractivo global de los Sanfermines”

Ana Ibarra / Iban Aguinaga – Miércoles, 8 de Noviembre de 2017

El sociólogo Sorando advierte de la entrada de inversores a los centros históricos y la subida de alquileres

“El problema llega cuando la ciudad se desarrolla en función de las necesidades de rentabilidad de algunos agentes privados y no de las necesidades sociales de los vecinos”: El sociólogo Daniel Sorando presentó ayer en Pamplona el libro del que es coautor, junto con el urbanista Álvaro Ardura, “First we take Manhattan (Se vende ciudad). La destrucción creativa de las ciudades”, en el marco de las jornadas organizadas por el colectivo Convivir en lo Viejo. La publicación analiza el papel de los inversores privados en los procesos de transformación urbana que sufren las ciudades. Arranca con los cambios que se inician “a gran escala” a partir de la reconversión de espacios industriales en el viejo Manhattan. Malasaña, Lavapiés, el SoHo, Belleville, el Bronx, Ruzafa, la Barceloneta o San Francisco, en Bilbao, son los barrios que, a su juicio, van a continuar “este interminable conflicto entre abandono y transformación”. El llamado proceso de gentrificación atraviesa cinco fases: abandono, estigma, regeneración, mercantilización y resistencia.

“En centros históricos de ciudades de todo el mundo empezamos a intuir transformaciones que no son naturales sino que son consecuencia de la acción de determinados grupos sociales, comportamientos políticos e intereses económicos. Aparecen así tiendas de moda o más alternativas y de diseño en lugares donde había comercio de primera necesidad. También usuarios o habitantes del barrio de estilo más moderno y mayor nivel adquisitivo”, subraya. Ocurre desde hace décadas en ciudades tan diversas como París, Nueva York, Berlín, Londres, pero también en Barcelona, Madrid, Zaragoza o Bilbao.

En las ciudades analizadas se produce un proceso de “sustitución” poblacional de manera que los nuevos usuarios (tanto vecinos como visitantes) tienen un poder adquisitivo superior al de los anteriores. “La gentrificación significa tanto que determinados grupos sociales empiezan a utilizar el barrio como, sobre todo, que otros dejan de poder hacerlo porque está fuera de su poder adquisitivo o empieza a ser demasiado molesto para los hábitos de vida cotidianos”, señala. “Muchas veces se da la paradoja de que vecinos que han luchado toda la vida para mejorar su barrio luego no se benefician de sus mejoras”. El desplazamiento afecta principalmente a población “empobrecida”.

Ha habido ciudades donde la regeneración urbana no ha supuesto un desplazamiento de vecinos de menor poder adquisitivo siempre que se haya “desmercantilizado en alguna medida el barrio”. “Por ejemplo, que la mejora de las calles, la peatonalización, las nuevas dotaciones, etcétera, no suponga una subida del precio del alquiler que no puedan afrontar algunos vecinos, sino que haya viviendas fuera del mercado como cooperativas o públicas de alquiler social”. Y, “si no hay vivienda pública, que se pueda regular el mercado privado”. En ciudades como Berlín o París, Vancouver o en Australia, por ejemplo, la subida del alquiler se regula públicamente para que los precios no “despidan a la población”. En el Estado español requeriría cambiar la Ley estatal de Arrendamientos Urbanos que en 2013 “modificó el PP para beneficiar a los propietarios”.

Barcelona En opinión de Sorando, el caso más paradigmático de gentrificación es Barcelona. “Lo turístico es una parte del proceso. La turistificación es un tipo de gentrificación especialmente mala que es, tal vez, lo que esté ocurriendo en Pamplona”, indica. Los procesos de gentrificación conllevan un periodo de abandono previo de un barrio que después es regenerado con apoyo de las administraciones, y algunos agentes privados se aprovechan de esa inversión pública. “En la medida que el Casco Viejo es regenerado durante años, y también cuenta con un atractivo a nivel global vinculado a San Fermín, se convierte en un espacio gentrificable. Reúne las características que pueden atraer a un público, a unos usuarios de clase media alta que pueden pagar precios por los alquileres o por productos que se venden superiores a los que puede pagar la población previa”, alerta. La llegada de estos nuevos grupos de interés al barrio, con presencia en el ámbito hostelero, puede llegar a ser “muy molesto por la acumulación de ocio nocturno, de ruidos, que por calidad de vida también terminen desplazando a población del barrio”.

En relación a la polémica vecinal por el proyecto de hostal en la plaza consistorial, cree que es un ejemplo de espacio sin uso que puede servir para “satisfacer las necesidades sociales y colectivas de una población o, como ocurre, para promocionar la actividad económica de un grupo determinado con un albergue destinado al turismo que se complementa con viviendas para clases medias altas, lo que aporta mayor presión para que este proceso de gentrificación se llegue a dar. Puede facilitar de manera más aguda que una ciudad tenga un atractivo más especial para los grupos globales ya sean de capitales o de turismo”, subraya. Hay ciudades pequeñas como Palma de Mallorca que tienen una fuertísima presión, y Pamplona tienen “cierto riesgo por la imagen global de las fiestas”. Las claves: vivienda social, descentralizar los atractivos de una ciudad (en Madrid se ha decidido no poner ningún equipamiento cultural o turístico en el centro de la ciudad, y que los solares vacíos tengan uso social) y promover comercio de protección oficial. “Las medidas son diversas”.

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