Los vecinos de la plaza del Sol se arman con 25 sonómetros

Alfonso L. Congostrina 11 de junio de 2017

Los residentes recurren a un proyecto europeo y crean una base de datos sobre el ruido que llevarán al Ayuntamiento de Barcelona

La plaza del Sol del barcelonés barrio de Gràcia se ha convertido en un polo de atracción de jóvenes que por la noche conversan, ríen y cantan, en no pocas ocasiones haciendo botellón. Los vecinos, hartos del insomnio y la falta de descanso, se han organizado y han recurrido a un proyecto europeo que combina la colaboración ciudadana y la tecnología. Gracias a esta iniciativa, han sembrado la plaza de sensores que monitorizan la contaminación acústica del lugar. Los vecinos están creando su propio banco de datos y pretenden, con él bajo el brazo, exigir soluciones al Ayuntamiento.

Joan y Remei llevan 23 años viviendo en un piso de esta plaza. “Siempre ha habido mucha vida pero desde hace tres o cuatro años se ha convertido en el epicentro del botellón”, denuncia Remei. Su compañero, Joan, lamenta que la mayoría de comercios que rodean la zona han sorteado la normativa municipal y en realidad “viven de vender alcohol”. El grueso de la concentración de gente produce desde última hora de la tarde hasta altas horas de la madrugada, de jueves a domingo. La pareja se puso en contacto con sus vecinos y llegaron a la conclusión de que todos sufrían idénticos problemas.

La Agencia Europea del Medio Ambiente advierte que niveles de ruido por encima de los 55 decibelios generan molestias, comportamiento agresivo y perturbación del sueño que desencadenan en problemas de salud. Mara Balestrini, responsable de Making Sense, sabe que los vecinos de la plaza del Sol sufren niveles de ruido superiores a los saludables. Making Sense es un proyecto que con fondos de la Unión Europea pretende que los ciudadanos usen sensores, registren datos y puedan exigir o crear soluciones. “Hasta ahora, las tecnologías las utilizaban casi exclusivamente las administraciones. En Barcelona, el Ayuntamiento tiene un número limitado de sensores medioambientales calibrados y carísimos y si un ciudadano quiere conocer los datos registrados debe hacer una petición al Consistorio. Le entregarán un promedio de todas las mediciones”, explica.

Making Sense quiere que la ciudadanía sea capaz de recabar datos en tiempo real. En 2012 diseñaron un sensor capaz de medir el ruido, la calidad del aire, la luz, la temperatura y la humedad. “Investigamos diferentes problemáticas locales. En Prishtina y Amsterdam utilizamos estos sensores para medir la contaminación del aire y en Barcelona rápidamente surgió el problema de la contaminación acústica”, señala.

Los responsables del proyecto contactaron con la comunidad de la plaza del Sol. “Les enseñamos a colocar los sensores. Ahora hay 25 instalados en doce viviendas de la plaza. En cada piso hay un sensor dentro de la casa y otro en el balcón”, detalla. Luego, los vecinos supervisan los datos recogidos en una aplicación.

Joan y Remei llevan desde principios de abril controlando los ruidos que llegan a su vivienda. “¿Ves este pico? El otro día hubo una manifestación y sobrevoló varias veces un helicóptero de los Mossos d’Esquadra”, resalta Joan mientras muestra un gráfico en la pantalla de su ordenador. “En abril empezamos una prueba que debía durar seis semanas pero los vecinos han decidido seguir midiendo”, destaca la responsable del proyecto.

Los niveles de ruido llegan a duplicar el límite fijado por la UE

Los datos que van revelando los sensores ya aportan respuestas. “La plaza del Sol es arquitectónicamente una caja de resonancia. Da igual vivir en el primer piso o en la planta sexta. El ruido rebota y alcanza niveles insoportables”, argumenta Balestrini. “Aunque tengan doble cristal en las ventanas el ruido las atraviesa y se instala en el interior de las viviendas llegando a situaciones de 96 decibelios en el balcón [casi el doble de lo fijado como límite por la UE] y 76 decibelios en el interior de los pisos de madrugada. Esto provoca que los vecinos desde la noche del jueves y hasta que finaliza el fin de semana solo duerman cuatro horas cada noche”, lamenta Balestrini. “La jornada comienza con 55 decibelios y hemos llegado a registrar 100 decibelios en un concierto de madrugada. Luego la intensidad baja pero los servicios de limpieza vuelven a incrementar el ruido”, destaca.

Remei resalta que uno de los grandes problemas es el diseño arquitectónico del lugar. “Hay unos escalones ideales para el botellón y lo que conlleva, lateros, peleas…”, denuncia. “Lo que está claro es que si las administraciones no invierten y solucionan esta situación acabará gastando dinero en reparar la salud de los vecinos”, concluye Balestrini.

Cada sensor está envuelto en una carcasa de color azul. Cada aparato cuesta entre 120 y 150 euros que se pagan con la financiación europea. “Los vecinos no pagan ni un céntimo. Es una tecnología de bajo coste y además, la licencia es pública para que la copie todo aquel que lo necesite. Nuestra pretensión es que la ciudadanía pueda utilizar la tecnología para disponer de datos que, al fin y al cabo, son la gasolina del siglo XXI”, sostiene la responsable de Making Sense.

Mejoras en el horario de limpieza a partir de verano

Desde el Ayuntamiento defienden que hace un año arrancaron el plan de plazas del barrio de Gràcia. Una portavoz del Consistorio aseguró que, en colaboración con los vecinos, se está realizando un seguimiento pormenorizado de todas las plazas radiografiando el “uso público que se realiza, el número de terrazas, el ruido, la seguridad, la limpieza…”. Además, anunció que a principios de verano se empezarán a aplicar mejoras y modificaciones en el horario de los servicios de limpieza y “habrá una presencia más continua de agentes de la Guardia Urbana y se controlará los horarios de terrazas”. Sin valorar la iniciativa de los vecinos de la plaza del Sol, la portavoz afirma que responsables del Consistorio se reunirán con ellos para alcanzar soluciones consensuadas.

Los vecinos de la plaza junto con Making Sense tienen previsto un debate en las próximas semanas donde interpretarán los datos proporcionados por los sensores. “Aportaremos soluciones y se mostraremos al Ayuntamiento. Una vez solucionado el problema los sensores estarán aquí para aquellos vecinos de la ciudad que necesiten utilizarlos”, anuncia Mara Balestrini.

elpais

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