Fiebre por el tardeo en Pamplona

Iván Benítez 14 de mayo de 2022

El éxito del tardeo es una realidad tal que empieza a adelantarse al viernes y a la que se suman nuevas generaciones. Así lo confirmaron el sábado pasado tanto hosteleros como clientes durante un paseo de cuatro horas por el centro de Pamplona

«¡No abren las puertas de atrás!”. Las quejas de los pasajeros se escuchan al unísono en el interior de una villavesa que circula por la comarca de Pamplona hacia el centro de la ciudad. Pero las puertas vuelven a fallar… y también la paciencia de algunos de los usuarios. De todas las edades, bien arreglados, ataviados como para una noche de fiesta. Y, claro, son las cuatro de la tarde. El conductor conecta el micrófono. Un joven con la mascarilla en la barbilla se la ajusta pensando que le va a amonestar. “Está prohibido poner el altavoz de los móviles y hacer ruidos molestos”, informa el chófer. Sin duda, esta ruta vespertina se asemeja más al de un servicio nocturno.
Tres pasajeros se bajan frente al Baluarte. Al salir, se quedan congelados, atrapados por la música que proviene de la Terraza de Carlos Rodríguez. Se les escapa una sonrisa socarrona al reconocer la voz de Rafaella Carrà, que pincha el técnico de radio Javier Gorosquieta. Animados por la cantante italiana, los tres amigos, que dicen tener 40 años, se dirigen con paso firma hacia la parte vieja. Mientras avanzan, “dejándose llevar”, cuentan que han empezado su particular tardeo a la hora del vermut y que hacía tiempo que no se juntaban. La hora límite para regresar a casa es la una de la noche. “Tenemos hijos y hay que estar en forma al día siguiente”, admiten riendo. Así comienza una crónica de tardeo de cuatro horas por el centro de Pamplona. Un recorrido improvisado en el que la música actúa de bichero.

16.30 horas. La calle San Gregorio araña la atención de los pocos comensales despistados que la transitan: acaban de comer y no saben muy bien qué hacer. Se adivina en su paso renqueante, al menos hasta que se cruza ante ellos la música de los años 90 del bar San Gregorio. Allí, sentado bajo el umbral de la espera, está Ramón Esnaola, el propietario. “Yo viví por primera vez el tardeo hace cuatro años en Vitoria”, tira del hilo de los recuerdos. “Es una moda que viene de Europa y que ha llegado para quedarse. Está claro que la gente de 40 y 50 años no quiere trasnochar mucho y prefiere aprovechar el domingo”. Al referirse a la posible fórmula del éxito de esta nueva sobremesa que incluso registra el diccionario de la Fundeu, el hostelero enumera el protocolo a seguir: “ Vermut, menú de tardeo, copas, música tenue y de los años noventa -subraya esto último- a un volumen acorde para poder socializar, luz ambiente…”. Esta es la base.

¿Qué dice la Fundeu al respecto? “El verbo tardear y el sustantivo tardeo -indica- son apropiados para aludir a la actividad de salir de tapas o de copas por la tarde. Estos términos se han extendido sobre todo en Colombia y España y designan la actividad de pasar la tarde tomando copas y tapas o con otras actividades lúdicas, de modo que el ocio se adelanta y no se extiende hasta entrada la noche”, define, dejando claro también que no hace falta que los términos vayan entrecomillados o en cursiva si se conocen. En ese caso, al menos en Navarra, no debería entrecomillarse teniendo en cuenta su repercusión social.

“Hoy tratamos de captar las generaciones a la que ya servíamos de noche en el bar Kaixo el año 2002”, prosigue el propietario del bar San Gregorio. “Exactamente a los mismos clientes”, sonríe. Una sonrisa nostálgica. Antes de concluir, Esnaola expone algo más. “Llevo años reclamando al departamento de Turismo que la calle San Gregorio no aparece en la web del Gobierno de Navarra, cuando somos la que más bares tiene y también lleva a lugares de interés turístico…”.

La pandemia ha puesto patas arriba el concepto de ocio nocturno, tal y como se conocía anteriormente. Los toques de queda, el cierre de la hostelería antes de media noche, las restricciones de aforo en interiores, todo esto solo ha sido el detonante de lo que ya venía marcando tendencia años antes. La noche ha perdido adeptos en favor de una fórmula que ha venido para quedarse, repiten una y otra vez.

Durante este sábado de paseo por el centro de Pamplona, a más de 20 grados, se distinguen todo tipo de escenarios: graduaciones, despedidas, manifestaciones, copas con hielos, copas de helados… Un ambiente que ubica y desubica. “Hay más gente de fiesta un sábado de mayo a primera hora de la tarde que en Sanfermines”, resume una cuadrilla apostada en la barra del Dom LLuis, en San Nicolás 1 (ver fotografía). Acaban de terminar de comer y la música del local les ha animado a quedarse. Son las 17 horas. “¿Me pones una canción?”, solicita Patricia Aznar, de 28 años, a Cristina Da Silva, camarera. “Ponla tú misma”, le anima. “Desde el covid es lo mejor. La cuarentena ha unido generaciones”, comenta Patricia, confesando que salir genera cierta ansiedad en la gente “porque hay que programarlo todo”. La hostelera comparte las palabras de la joven. “Las generaciones se están fundiendo tras la pandemia y todas confluyen en el tarde. Esto no tiene marcha atrás”, argumenta Da Silva. “Hay buen ambiente, música, copas… El cliente lo exige después de comer. Busca adelantarse a la noche”.

18 horas. Cuesta Labrit. Suena Allá en otro mundo de Albert Hammond. Tras la barra del Kayak, Luis Edorta sirve una ronda de copas a Patxi, Alejandro, Xabi y Julen. Tienen entre 44 y 50 años y no hace mucho murió uno de la cuadrilla. Por eso, admiten, tratan de quedar cada cuatro meses. En el tardeo han encontrado el mejor “lugar” para verse y conversar. “Comemos juntos, buscamos un ambiente tranquilo donde conversar y a las diez de la noche ya estamos en casa. En este bar no pegamos a la una de la noche”, ríen. El propietario explica que todo fluye con normalidad y que parece que este hábito empieza adelantarse al viernes.

De nuevo en la calle, unos metros más arriba, en la puerta de otro local, El Born, Irantzu, Nagore Silvia, Yohanna, Cristina, Uxue, Sergio, Ismael y Jonathan deciden qué hacer. Ríen, beben, se hacen fotografías. “Salimos los sábados por la tarde desde que nos devolvieron la libertad”. Palabras aderezadas de impotencia, rabia, alivio. “¿Que no sabes lo que es el tardeo? Pero, ¿de dónde sales?”. Carcajadas. “Pues, muy sencillo, tardear es vermut, comida, chupito, cubata, cubata, chupito, buena música, socializar… y a la una en casa”, ilustra Silvia, pero Uxue le desbarata el bosquejo . “Bueno, unas se van y otras continuamos”. Risas. Todas coinciden en el carácter socializador de este momento. No obstante, conlleva mucho gasto. “Más de 100 euros si comes fuera”, calculan. “Además, han subido muchos los precios”. Dentro del bar, Amaiur e Irati no dejan de servir. Habrán sido sesenta copas en una hora.

Al mismo tiempo, en la terraza del Kabiya, se celebra la despedida de soltera de Mireia Calero. Los presentes, un grupo de unas veinte personas, hombre y mujeres de 30 y 40 años, llevan anudados un pañuelo rojo bordado con un toro, lo que evidencia que vienen de fuera. “Nos han dicho que da mala suerte ponérselo en el cuelo antes del chupinazo”, puntualiza Mireia, que se casará el 28 de mayo. “Somos de Badalona y allí el tardeo consiste en tomar un café. Y nos habían hablado del buen ambiente del sábado en Pamplona…”.

Un gran rótulo a la entrada del Subsuelo, en la Plaza del Castillo, anuncia fiesta ochentera. “Empezamos a organizarla hace un mes y está funcionando muy bien”, manifiesta, con satisfacción, Ainhoa Cochero, gerente y socia del negocio con Andoni Sáez. Precisamente, hace dos años, en pleno confinamiento, ambos aparecían en este periódico y suspiraban por vivir un momento como el que tienen hoy delante. “No faltan ganas de recuperar el tiempo perdido, con un gin tonic o un chupito en la mano, con la cuadrilla o en pareja”, expresaron. La pista de baile se había quedado desierta un 7 de marzo de 2020, este fue el último sábado de tardeo antes de la pandemia. Pero la música no cesó. Andoni bajaba al Subsuelo, prendía los juegos de luces del local y pinchaba una hora de música de los ochenta para que sus seguidores en Facebook pudieran evadirse mentalmente y convertir el salón de casa en una pista de baile.

Dos años después, su música congrega cientos de personas de la generación de la EGB. “¿Cómo nos dimos cuenta de que el tardeo podía funcionar en Pamplona? Estábamos preparando el local para la noche y veíamos cuadrillas que después de comer no sabían dónde ir. Así que nos decidimos. Abrimos las puertas y creo que es lo mejor que hemos hecho en nuestra vida. ¡El tardeo nos ha salvado!”, sonríe la gerente, disculpándose porque al otro lado se acumula el trabajo.

19 horas. Aquí, en el subsuelo de la ciudad, a un ritmo frenético, trabaja una plantilla de 30 personas, entre camareros, seguridad, guardarropa, limpieza… Además de generar empleo, el tardeo ha conseguido sacudir el miedo adherido por la covid-19. “Creo que hemos recuperado el antes”. No hay más que echar un vistazo alrededor para comprobarlo. En el escenario, su socio pincha concentrado, con el corazón al galope. Unas 250 canciones en cinco horas. Abajo, a sus pies, bailan más de 200 personas de entre 30 y 50 años, como si no hubiera mañana. Allí están Patricia Undiano y Leire Sanz de Galdeano. “¿Qué significa el tardeo para nosotras?”. Sonríen. “El tardeo es comer y fluir. Es terapéutico, necesitamos evadirnos”.

20 horas. El centro de Pamplona hierve de buen rollo. Cuesta conseguir mesa en las terrazas de la Plaza del Castillo. La filas se alargan en las heladerías. Javier Gorosquieta pincha las últimas canciones en el 50 cumpleaños que ha organizado Andrés Gracia a su mujer. Suena de nuevo Raffaella Carrà: Para hacer bien el amor hay que venir al sur. Andres y su hija Adriana, de 21 años, se marcan un baile. “No me imaginaba algo así. Nunca pensé que me lo iba a pasar tan bien con mis padres. Y he visto tan contenta a mi madre… Cuando salgo con los de mi edad se socializa menos”, desmiga sensaciones. Media hora después, Gorosquieta está obligado a poner la última canción. Extrae un vinilo de Mecano de la funda y la aguja del tocadiscos hace temblar. Suena Hoy no me puedo levantar. Al terminar, baja el telón y llegan los lamentos. La mayoría tiene 50 años. Nadie quiere que termine la fiesta. Piden una más. Y luego otra. “Imposible”, se disculpa Gorosquieta, dejando escapar una sonrisa traviesa. En otro de los reservados está a punto de comenzar una nueva celebración, con otra música. Pero Gorosquieta sigue resistiendo las acometidas de los cumpleañeros, que se niegan a rendirse, siempre con buen talante. “¡Una más, solo una!”. No piden, suplican. Adriana, la hija de Javier, éste con sombrero de pirata, no da crédito. “Es que la gente tiene muchas ganas de salir. Es ya una necesidad terapéutica”. El técnico de radio se muestra feliz de hacer feliz.

20.30 horas. La luz dorada del atardecer envuelve la Ciudadela en un escenario idílico que contrasta con lo que sucede bajo el suelo, donde la tierra ruge. Tal cual. Unas 800 personas, con edades entre los 30 y los 70 años, detalla Patxi Arriada (gerente), se mueven a ritmo de Grease en la sala inferior de Indara. Allí están los tres amigos de la villavesa, sudando, riendo, bebiendo. En este momento, el equipo de la discoteca lo conforman doce camareros, seis miembros de seguridad, bodegueros, disc-jockeys… “El tardeo es un producto del que me siento muy orgulloso. La gente disfruta y vuelve a casa nueva. Completamente desconectada. Creo que hoy, tras la pandemia, somos más conscientes del día a día. Y se disfruta más”. Y este es el éxito de la fiebre del sábado tarde. Por eso va a más. Al caer la noche, llega la siguiente generación. Un relevo natural.

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