El tormento continúa

Julio Pérez García 4 de mayo de 2018

¡Qué alivio! Por fin ha dejado de llover y el Arga desciende a los infiernos. Las calles del Casco Antiguo, hasta ahora vacías y desoladas, páramo invernal donde la vida había sido desterrada por el implacable cambio climático y la locura de los meteoros, han vuelto al recto camino (nada extraño por estos lares… lo del Camino me refiero) rebosantes de botellas, vasos, restos de comida y músicas que escupen las disco-cafeterías hasta reventar los tímpanos y los nervios de los aburridos vecinos.
En Iruña el regocijo es general. Ha salido el sol. Ya todo vuelve a su ser y encaja de nuevo. Es muy gratificante volver a casa y contemplar cómo hermosos efebos depositan sus fluidos corporales (orines) en los rincones de portales y comercios. Y no son uno ni dos… ¡Qué va! Cada calle tiene su propia cuadrilla meadora.
El aroma a pis nos envuelve y nuestras pisadas sortean los pequeños riachuelos que generando formas caprichosas discurren por entre los adoquines buscando los metálicos sumideros. Es decir, la típica agüita amarilla camino del mar. Emociona sobre manera cambiar el recorrido habitual y volver al dulce hogar por sendas desconocidas que permiten descubrir arquitecturas y entornos alternativos apartados del mundanal cachondeo.
Dicen que este ocio descontrolado es fuente de ingresos y desarrollo cultural. Digo yo que el disfrute capitalistoide no se regula por sí mismo pero enriquece la estulticia colectiva mientras el vecindario impotente se deprime.
Parece que nadie, ni los unos ni los otros, ni antes ni ahora, quiere poner límites al jolgorio no sea que los votos se escurran por las alcantarillas, que todo cuenta, y pierdan la batuta. A pesar de la melancolía es necesario que nos enfrentemos a este disparate y le pongamos freno. Para ello es imprescindible que el vecindario actúe ya. De lo contrario me temo que el barrio se extinguirá rumbo al parque temático que algunos proyectan y desean para engordar sus bolsillos tras la pantalla de la revitalización y zarandajas por el estilo. Da vergüenza ajena escuchar que todavía debiéramos estar agradecidos por la vida concedida.
Voces perversas nos susurran que cambiemos de barrio, que ya sabemos dónde vivimos y el peaje a pagar por ello… Si alguien sobra aquí son los especuladores de toda ralea y condición. Vuelve la semana del pintxo, la croqueta, la cazuelica, la verdura, la txistorra y los ricos caldos que jalonarán nuestra existencia hasta que vuelva a llover. ¡Qué alivio!

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