El Gaztetxe

Juanma Torrens 24 de agosto de 2018

Probablemente sea mi condición de “sexageranio” y la lejanía de mi juventud la que me hace ver con reticencia la ocupación de un inmueble público catalogado, por un grupo de jóvenes que lo ha decidido de forma unilateral y que ha provocado distintas reacciones de los partidos políticos tanto de los que conforman Gobierno y Ayuntamiento como de la oposición y de la opinión pública. Se alega para justificar el desalojo, de forma violenta y a horas intempestivas, que la responsabilidad del titular (en este caso Gobierno de Navarra) impele a usar la fuerza entre un cruce de acusaciones de falta de diálogo por las partes litigantes y la palmaria ilegalidad de la toma del edificio.

Convendría resaltar que el Casco Viejo es el único barrio de Pamplona carente de un polideportivo y de pistas deportivas al aire libre. Además, el barrio tiene enormes carencias dotacionales, como espacios de ocio para sus menores y jóvenes, zonas verdes liberadas de bares, centro de día, pisos tutelados para sus mayores, horarios más amplios para su biblioteca. Las pocas plazas donde el vecindario puede solazarse cada vez son mas escasas sucumbiendo al crecimiento desmesurado de las terrazas hosteleras. Para disfrutar hay que pagar. Apenas hay fuentes, los servicios públicos escasean y los bancos son sustituidos por sillas y mesas de consumición. Esa deriva mercantilista ha sido denunciada por los jóvenes habitantes del Palacio del Marqués de Rozalejo a la par que montaban una biblioteca (¡albricias! hay jóvenes que leen…), una sala de ensayo, un cine y un pequeño bar… o algo así tengo entendido porque, la verdad, no me siento atraído a inmiscuirme en ese proyecto. Soy de la opinión de que un grupo que quiere hacer algo ha de constituirse con una serie de requisitos, si quiere tener proyección social, expresando intenciones, proyectos y necesidades para poder solicitar medios o infraestructuras a la Administración.

Aunque mi opinión resulte irrelevante a ojos de nuestros gobernantes, y dado que aducen para esa especie de paripé de desalojo que ha supuesto la ilicitud de la actuación juvenil, creo que no estaría de más recordar que algunos vecinos y vecinas del barrio llevamos años clamando por las continuas ilegalidades que se cometen a diario y nadie parece querer ponerle remedio. Algo tan sencillo y lógico como que se consuma dentro de los límites del establecimiento hostelero, que no se habiliten barras directamente a la calle, que se acate la normativa sobre emisión de ruidos, que las licencias de terraza no se otorguen sin medida y se respete el espacio de todos, o que se persiga las actitudes incívicas e insálubres de algunos visitantes sin desbravar que aterrizan en nuestras calles, parece que no merecen el interés de la Administración. Se ve que las ilegalidades son merecedoras de atención dependiendo de quién las cometa.

Da la impresión que el cuatripartito, emulando al anterior equipo de gobierno, esté más preocupado en rentabilizar la ciudad y favorecer los intereses comerciales de algunos que en conseguir un espacio más habitable, menos agresivo y más ecuánime para todos. Y, dicho sea de paso, también en tensar la confrontación política para aparentar una diferencia de gestión que puede traernos de vuelta un gobierno de derechas. ¿Estamos ya en campaña electoral?

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