Casco Viejo: bares y convivir

Javier Hualde, Paco Roda, Juan Torrens y 109 firmas más del colectivo Convivirenloviejo/Aldezaharreanbizi- Viernes, 22 de Enero de 2016

Hace poco más de año y medio se constituyó el colectivo Convivirenloviejo/Aldezaharreanbizi como respuesta a la degradación sufrida por el Casco Histórico en los últimos años. A partir del 2006 y fruto del levantamiento de la veda hostelera y de la implantación de la Ley Antitabaco, la habitabilidad de muchas zonas del barrio se han deteriorado gravemente. Hasta tal punto que residir en ciertas zonas del Casco Viejo se ha convertido, al menos durante muchas horas entre el jueves y el domingo, en un auténtico suplicio. Con la implantación de la Ley 28/2005 de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo, el sector hostelero vio peligrar su negocio y buscó la manera de paliar el problema que se les planteó al tener que prohibir el consumo de tabaco en el interior de sus locales. De esta forma empezaron a proliferar en nuestras estrechas calles multitud de terrazas con el fin de habilitar espacios en el exterior de los bares donde se pudiese fumar. Espacios aderezados por todo tipo de barriles, mesas altas, bajas, bancos, mesas en pared… Arsenal protegido convenientemente por extensísimos toldos y acompañado de multitud de carteles, artilugios e incluso de barras de bar a ras de calle para que el cliente ni siquiera tenga que pisar el local. Como era de esperar, y ante la pasividad calculada de la autoridad, los límites de las terrazas se convierten en algo difuso y los clientes, fumadores y no, ocupan las calles convirtiéndose éstas en una ilimitada prolongación del bar. Una jugada maestra que algunos hosteleros listillos aprovechan para rentabilizar aún más su negocio.

El Ayuntamiento, viendo en esta operación una manera de aumentar sus ingresos por recaudación a costa de vender el espacio público, no tuvo ningún reparo en conceder cuantas licencias se le solicitaron. Paradójicamente, mientras se dedicaba a aplicar con rigor la norma prohibicionista, relajó el cumplimiento de múltiples ordenanzas, consintiendo el consumo de bebidas fuera del recinto hostelero, otorgando licencias de terraza en espacios insuficientes, permitiendo la degradación y suciedad de las calles, desdeñando la contaminación acústica provocada por los camaleónicos bares, muchos de ellos convertidos de noche en pseudodiscotecas e ignorando la invasión del espacio público por intereses privados. Y la Policía Municipal se encoge de hombros. Este desmadre generalizado abonó el terreno para lo que vendría después: una nueva casta hostelera dispuesta a convertir las calles del Casco Viejo en un gran negocio.

Si la declaración de zona saturada en los años ochenta limitaba un tipo de negocio implantado en muchos casos por personas objeto de regulaciones laborales que, aprovechando la indemnización y pidiendo un pequeño préstamo, montaban un bar, el perfil del nuevo hostelero suele ser diferente. Esta criatura, vamos conociendo últimamente algunos nombres, es típicamente un inversor con mucha capacidad económica que busca nuevos campos donde rentabilizar su fortuna. Curiosamente, algunas licencias han sido solicitadas por gente muy próxima al poder, como por ejemplo la de la bajera que ocupaba el Banesto en la calle Mercaderes, o la solicitada en la curva de la Estafeta.

Por si fuera poco todo esto, desde la implantación del juevintxo, la problemática se ha disparado y ahora podemos disfrutar de un fin de semana que se extiende de jueves a domingo. La iniciativa hostelera inunda cada jueves muchas calles de nuestro Casco Viejo haciendo algunas de ellas directamente intransitables, provocando altercados entre los vecinos que quieren acceder a sus viviendas y clientes aposentados en portales o calzadas, y que, en casos como San Nicolás, Estafeta o Navarrería, constituyen ya un problema de orden público. Sumando a esto la laxitud e inacción imperantes, el cliente de nuevo cuño se siente poseedor de un derecho de uso y disfrute de nuestras calles y portales a su total conveniencia.

Las personas que integramos Convivirenloviejo/Aldezaharreanbizi somos usuarios y clientes de bares como cualquier persona, pero antes que eso somos personas que vivimos en el barrio. Por encima del ocio está el derecho al descanso. Elegir una vivienda no es fácil ni barato y hay situaciones que rayan la tortura. No son simples molestias, son agresiones que nos impiden llevar una vida digna. Somos mayores, jóvenes, currelas, parados, tenemos hijas, hijos, trabajamos o no, pero todos necesitamos poder vivir en unas condiciones mínimamente aceptables. No podemos sobrevivir en un botellón todo el año.

Estamos cansados de oír el mantra de que el problema es complejo y de difícil solución. Desde luego el asunto nunca se resolverá desde el buenrollismo ingenuo, o no tanto, basado en medidas e iniciativas etéreas y grandes conceptos. Es decir, cambiar todo para que nada cambie. Los humanos, para vivir en sociedad nos dotamos de reglas de convivencia, y muchas de ellas están plasmadas en diferentes normativas. Convivencia y normativa suelen ser dos caras de la misma moneda, y dada la situación de descontrol que impera en el Casco Viejo, si no se hace cumplir las normas la convivencia es totalmente imposible. Para solucionar esto basta con revisar los horarios de los locales, que deben ser más restringidos que en otras zonas de la ciudad dadas las características físicas de nuestras calles y la idiosincrasia especial del barrio, eliminar la contaminación acústica obligando a aislar los locales y vigilando los decibelios emitidos como dicta la normativa, revisar las licencias otorgadas, hacer cumplir la normativa de terrazas con especial énfasis en impedir el consumo fuera de los lugares autorizados así como evitar el botellón provocado por establecimientos de alimentación… La normativa está, sólo pedimos que se cumpla. El espacio público, la calle, pertenece a todos los ciudadanos y ciudadanas y no podemos permitir que algunos hosteleros la ocupen como si fuera suya para incrementar su negocio, que los clientes la tomen como si fuera un bar y el gamberrismo y el abuso campen a sus anchas. No podemos apelar a la educación de las personas para esperar que se corrijan estos excesos y atropellos que atentan contra las más mínimas reglas de la convivencia. Gran parte de la responsabilidad del estado actual de las cosas la tiene la dejación que hizo de sus funciones el anterior equipo municipal. Esperemos que los nuevos responsables tengan mayor sensibilidad y sepan establecer y hacer cumplir las normas que nos permitan vivir en este barrio que es la imagen de nuestra ciudad y de la que tan orgullosos decimos todos estar.

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